Mensaje a las madres: Sujétate de Dios

Desde ahora saludamos a las madres en su día, confiando que el Señor sea de gran bendición para sus vidas y que el buen Dios pueda cumplir los deseos que hay en sus corazones.

No todas las madres, pasan igual su día, hay quienes la pasan haciendo gran fiesta con comida, baile y familia a su alrededor; mientras otras mujeres pasan el Día de la madre encerradas en prisión, otras en guerra, en una cama de hospital, sufriendo por sus esposos irresponsables o hijos que se olvidan de sus mamás, pero ante todo eso debemos recordar que las mujeres son amadas por Dios.

Las mujeres son las madres del mundo. Una mujer cogida de Dios, puede decir que todo lo puede en Cristo que la fortalece.

Una mujer aferrada a Dios, puede decir que Dios le suple todas sus necesidades conforme a sus riquezas en Cristo Jesús.

Una mujer aferrada a Dios puede decir que la justa puede caer siete veces pero Dios la levanta.

Una mujer aferrada a Dios puede decir en quién tiene su fe puesta, en Cristo que es mi gran esperanza.

Una mujer aferrada a Dios puede decir, aunque camine en el valle de sombra y de muerte, no tendré miedo.

Una mujer aferrada a Dios puede decir “más grande es El que está en mí, que lo que viene del mundo”.

Una mujer  aferrada a Dios puede decir, “yo no sé a quién tú le sirves pero mi casa y yo, serviremos a Dios.

Una mujer aferrada a Dios puede decir “el Señor es mi refugio y fortaleza”.

Una mujer aferrada a Dios puede decir al Señor “que  se haga de mí lo que sea su voluntad”.

Una mujer aferrada a Dios se somete a su esposo y levanta a sus hijos en el amor y palabra de Dios.

Una mujer aferrada a Dios, su conducta trae otra mujer a Cristo, más personas para servir al Señor.

El Salmo 143:10 (RV), dice: enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; Tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud.

1 Pedro 3:3-5 dice: Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro, o de vestidos lujosos. Si no el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible que es de gran estima delante de Dios.

Porque así también se ataviaban, en otro tiempo, aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos.

En el libro de Samuel se puede notar una Ana sujetada de Dios, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. Pero Ana no se movía por carne, todo lo traía delante de Dios, le dijo a Dios acuérdate de mí, si dieres a tu sierva un hijo varón yo lo dedicaré a Jehová, todos los días de su vida. El señor escuchó sus oraciones.

Una mujer aferrada a Dios ora al Padre  y Dios puede abrir puertas que están cerradas, para su gloria.

Sinceramente (Marcel Balootje).